
La inflación cayó al 2,4% en Estados Unidos en el mes de septiembre. Es su mínimo desde febrero de 2021, cuando empezó una aceleración de los precios que la llevó a sus niveles más altos en cuatro décadas, según los datos de la Oficina de Estadísticas Laborales. La tasa interanual se sitúa una décima por debajo del 2,5% de agosto, pero se enfría a un ritmo menor que el que esperaban los economistas, que anticipaban un 2,3%. Es el último dato del índice de precios de consumo (IPC) que se publica antes de las elecciones presidenciales del próximo 5 de noviembre.
La subida de la gasolina y de los alimentos, y con ellas las del resto de productos, ha castigado durante estos años la popularidad del presidente, Joe Biden, y de su vicepresidenta, la candidata demócrata, Kamala Harris, y ha dado alas a su rival, Donald Trump, que subraya en cada mitin cómo se ha encarecido todo. La inflación llegó al 9,1% en junio de 2022, su máximo en cuatro décadas. Ahora que llega la cita con las urnas, vuelve a niveles cercanos al objetivo de estabilidad del 2%, pero los votantes aún la sufren en sus bolsillos. La inflación ha bajado, pero los precios no.
La economía es el asunto que más importa a los votantes, según una encuesta de Gallup de esta semana. El 52% la considera extremadamente importante y el 38%, muy importante, de modo que es un factor clave para nueve de cada diez electores. Desde las elecciones de 2008, en plena Gran Recesión, no se le daba tanto peso. En comparación, la inmigración es un asunto extremadamente importante para el 41% y muy importante, para el 31%.
Este artículo fue publicado originalmente en El País.