Muchos escoceses se niegan a hacer las paces con Trump o con sus complejos de golf, incluso después de que el mandatario profundizó su inversión en la tierra donde nació su madre.
Michael Forbes está enemistado con el presidente Donald Trump desde el día en que se presentó con un plan para construir un complejo de golf junto a su granja, ubicada en la costa noreste de Escocia. Eso fue hace casi 20 años, y Forbes, trabajador jubilado de una cantera y pescador de salmón, no ha perdido ni un ápice de su resquemor.
“No hay forma de que venda nunca”, dijo Forbes, de 73 años, sobre su propiedad, que está rodeada por un nuevo campo de golf que se espera que Trump inaugure cuando visite sus dos complejos turísticos en Escocia esta semana. “Tengo tres vacas de las Tierras Altas detrás de la casa”, dijo Forbes, riéndose entre dientes al ver que el bucólico espectáculo de su casa le molesta a su vecino, pues choca con su cuidado paisaje.
Esa terquedad resulta natural en este tramo salvaje de la costa escocesa, donde los vientos del mar del Norte pueden partir en dos a un abeto adulto. Pero también muestra el rechazo más amplio que sienten muchos escoceses que no quieren hacer las paces con Trump, incluso después de que regresó a la Casa Blanca e intensificó su inversión en Escocia, una muestra de sus lazos con la tierra donde nació su madre.