Como sabe cualquiera que se haya enterado al menos un poco de las noticias del día, el presidente Donald Trump, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, y los dirigentes de la OTAN, la Unión Europea, Reino Unido y varios países europeos pasaron el lunes en la Casa Blanca en negociaciones sobre un posible intercambio de tierras y garantías de seguridad que podrían poner fin a la guerra ruso-ucraniana. ¿Pero realmente hicieron eso?
Pensemos en la palabra “negociación”. Todas las guerras acaban con ella, según el dicho popular, pero rara vez el agresor acude a la mesa exigiendo un territorio que en realidad no controla. Normalmente, los beligerantes discuten qué logros militares deben formalizarse y cuáles deben revertirse. Sin embargo, Vladimir Putin ha exigido sistemáticamente más territorio del que su ejército ha podido poner bajo su control en los tres años y medio transcurridos desde que comenzó la invasión rusa a gran escala. Durante la cumbre con Trump en Alaska el viernes, Putin parece haber hecho una pequeña concesión: aún exige más territorio del que ha ocupado, pero no tanto como solía exigir. Pero menos sigue siendo más.