Cuando se trata de eventos de participación masiva, a los aspirantes a batir récords Guinness les resulta más difícil que nunca atraer a una multitud. Pero todavía es divertido intentarlo.
Un kazoo siempre lleva una queja por ruido. La gaita, con toda su discordancia, se toca en los funerales; el órgano de tubos sacude a los feligreses, pero también los conmueve; incluso la vuvuzela ofrece cierta ceremonia en los eventos deportivos. El kazoo, por el contrario, apenas se tolera en las fiestas de cumpleaños infantiles. La lamentable reputación del instrumento decepciona a Rick Hubbard, virtuoso del kazoo y fundador del fabricante Kazoobie Kazoos. El instrumento solía valorarse en el jazz y en la música R&B, “pero en algún momento, cuando empezaron a fabricarlos de plástico, adquirieron el aire de ‘juguete’”, dijo Hubbard, y añadió: “Creo que es sobre todo una cuestión de mercadotecnia”.
En el momento en que hablamos, Hubbard había sido contratado como compositor y director de orquesta para un evento que, esperaba, podría ayudar a volver a poner el kazoo en el mapa: un intento de romper el récord Guinness del mayor conjunto de kazoos. La reunión se iba a celebrar en Macon, Georgia, que se considera, de manera un poco engañosa, el lugar de nacimiento del instrumento. Hace años, en 1999, Hubbard encabezó un intento similar en Cincinnati. “Se compraron y distribuyeron 30.000 kazoos en la Oktoberfest”, dijo. “Había claramente 30.000 personas en las calles del centro, y yo mismo y Weird Al Yankovic dirigíamos la banda”. Pero, se quejó, Guinness se negó a certificar el récord. Nadie había llevado la cuenta de los asistentes y nadie verificó que los participantes tocaran el kazoo de manera constante.