Mientras las olas de calor azotan Europa, la necesidad de tener aire acondicionado ha pasado a formar parte de las polémicas políticas entre la derecha y la izquierda en Francia.
La guerra cultural ha llegado para el aire acondicionado, al menos en Francia.
En julio, mientras una ola de calor asolaba gran parte de Europa, los sentimientos hacia el aire acondicionado se convirtieron súbitamente en una prueba de fuego política.
Marine Le Pen, la líder de la extrema derecha francesa, declaró que desplegaría un “gran plan de equipos de aire acondicionado” por todo el país si su partido nacionalista llegaba finalmente al poder. Marine Tondelier, líder del partido Europa Ecología Los Verdes de Francia, se burló de la idea de Le Pen y, en su lugar, sugirió soluciones al calentamiento de las temperaturas que incluían “ecologizar” las ciudades y hacer que los edificios fueran más eficientes energéticamente.
Un ensayo de opinión en Le Figaro, periódico conservador, defendía el aire acondicionado porque “hacer sudar a nuestros conciudadanos limita el aprendizaje, reduce las horas de trabajo y atasca los hospitales”. Libération, un diario de izquierda, rebatió esos argumentos, escribiendo que esa tecnología era “una aberración medioambiental que hay que superar” porque expulsa aire caliente a las calles y gasta una energía preciosa.
“¿El aire acondicionado es una cosa de extrema derecha?”, preguntó provocativamente un opinador, reflejando lo divisivo que se había vuelto el tema.
Aunque el acalorado debate francés sobre el aire acondicionado se enfrió junto con las temperaturas en las semanas siguientes, los veranos cada vez más calurosos en Europa significan que el tema no va a desaparecer.
